Danzando con la luna

En las noches de claros de luna, cuando la mente anida en los lagos de la contemplación incitando al cuerpo a participar del acontecimiento, en la hora de las brujas, salgo afuera. Como si la “niña plateada” me invitara a beber de su luz y a escuchar el silencio que susurra su destello.

Antaño, en los tiempos de la inocencia, solía imaginarla entre mis manos perdiéndome con ella en lo infinito de las tiernas inquietudes. Me hablaba de castillos y princesas. Del valor de los besos de las ranas. De carrozas de calabaza..
Aprendí poco después que nunca podría alojarla en la cajita de los tesoros y guardarla bajo mi almohada. Pero también aprendí que las distancias son muy cortas cuando aprecias el valor de lo que no se puede tocar aunque sí sentir.

Hoy, sin corona ni zapatos de cristal, con la piel un trecho mas gastada, salgo al claro a encontrarme de nuevo con ella. A beberme los aullidos que la transformaron en una noche de lobo lleno. A danzar con el descaro de las sombras impenetrables que se funden en la tierra. Luna de relentes bajo palios sonrosados. Luna desatada que me embaucas sin amagos con tu influjo dentellado. Hoy vengo a abrazar a los fantasmas que anidan en tus cráteres y a jugar con el deseo que insinúan bajo sus túnicas suspendidas, rozando el placer de la carne inconsistente mientras me entrego al delirio en el éxtasis de lo etéreo. Hoy, luna vagabunda de ensoñaciones y aquelarres, te miro a los ojos de mis pupilas y te bailo en el calor de las brumas de la noche..